viernes, 24 de octubre de 2008

Otoño



Aires de otoño en macetas kusamono...






...y en macetas de bonsai





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lunes, 6 de octubre de 2008

CONSTRUIR UN HORNO DE PAPEL

Como contaba en la presentación, en 1989 de la mano de Aline Favre y Fabienne Gioria en el Congreso de Sotomayor (Pontevedra) conocí el horno de papel. Había leído e incluso realizado alguno de serrín, de tierra, pero... ¿De papel?. Incrédula pensaba que mucho papel haría falta para alcanzar una temperatura mínima de cocción, pero no se trataba del combustible, sinó del "chasis", sí sí, como lo estais leyendo, aunque con algunas particularidades.


Para aquellos aficionados sin horno que estén pensando en que ésta es la solución a sus problemas, antes de continuar he de dejar claro que aunque en posteriores cocciones realizadas con mi amiga Mª Jesús Segade y sus alumnos (en cada celebración de fín de curso realizábamos distintos tipos de hornos) pudimos comprobar que la temperatura alcanzada superaba casi siempre los 950ºC, no es factible la cocción de piezas esmaltadas (porque se colocan amontonadas y al fundirse el esmalte se quedarían pegadas unas a otras), por lo que estaría "limitado" a piezas de barro de baja temperatura, bruñidas, engobadas o ambas cosas Entrecomillo la palabra "limitado" porque a pesar de no poder usar esmaltes pueden conseguirse piezas muy bellas a base de bruñido, esgrafiados, texturas, engobes coloreados, tierra sigillata o reservas al estilo del rakú naked o simplemente con las sombras caprichosas que el fuego quiera darle. El resultado es primitivo pero no tiene porqué ser tosco, eso ya depende de la imaginación y técnica del artesano.

Imprescindible disponer de un lugar al aire libre donde no se moleste con el humo y reunir a la mayor cantidad de amigos posible (los niños también harán una mano de obra estupenda y lo pasarán genial).

La cantidad de material necesario para construirlo va en función del tamaño del horno, y éste en función de la cantidad y tamaño de las piezas que se vayan a cocer. Para la construcción de uno de tamaño medio necesitamos:

1.- Construir una parrilla metálica de unos 1'20 x 1'20 mts. Puede hacerse con hierros sobrantes de las vigas de una obra o incluso con un trozo de somier. Importante que en las esquinas sobresalga un poco para poder manipularla después (a modo de asas) y que los huecos que queden no sean mas grandes que las piezas a cocer, para que no se cuelen. Puede entrelazarse con alambre fuerte para sujetar las vigas entre sí y para hacer que el tamaño de los huecos sea menor o bien colocar una malla metálica encima.


2.-A continuación se coloca la parrilla sobre 4 pilas de ladrillos formadas por 6 ladrillos cada una. Sobre el centro de la parrilla haremos una "cama" de carbón vegetal y sobre ésta colocamos las piezas a cocer formando una montaña lo mas estable posible, procurando que las piezas mas pequeñas queden arriba.


3.- El siguiente paso consiste en ir colocando leños alrededor de las piezas y en posición vertical (el tipo de ésta así como de los demás materiales depende de lo que tengamos disponible en la zona donde se realice). Por supuesto si puede escogerse el tipo de leña, cuanto más calorífica mejor, nosotras utilizábamos madera de carballo (roble). Cuanto mas seca esté la madera, mas calorífica, pero también se consume antes, por lo que en alguna cocción que realizamos (el horno era a la medida de una única pieza, de más de 1 metro de alto) optamos por mezclar de los dos tipos con muy buen resultado. Dispondremos la leña en varias capas procurando colocar los más delgados debajo y los gruesos al exterior:

4.- Ahora viene lo mas increíble y divertido. Con bastante antelación habremos de ir guardando las revistas dominicales que vienen con el periódico. ¿Cualquiera? Pues no, no es por hacer publicidad pero la que mejores resultados ha dado es el papel satinado del dominical de "El País", suponemos que por su alto contenido en caolín. Le quitamos las grapas y cada hoja doble la impregnamos con una brocha o con las manos (ésto a los niños les encanta) por las dos caras con barbotina de barro refractario (el que conocemos normalmente como refractario lila) que habremos preparado en un barreño grande el día anterior. Comenzamos a cubrir (con la cara de barbotina hacia fuera)la montaña de leña desde abajo y hacia un lado, superponiendo los bordes, después la fila superior, también superponiendo con la fila de abajo los bordes, etc... y cuando la montaña está recubierta por completo (dejando un hueco en el "cráter" de la montaña que hará de chimenea), volvemos a empezar con otra capa desde abajo otra vez, y así sucesivamente hasta completar unas 12 capas.

5.- Previamente habremos preparado unas brasas de carbón vegetal y leña que una vez finalizadas las capas de papel con barbotina (y sin dejar secar) colocaremos con una pala debajo de la parrilla, en el suelo. Enseguida empezará a salir humo y vapor por la chimenea. La altura que hemos dado a la parrilla con los ladrillos permitirá que circule el aire por el interior del horno y que podamos observar desde abajo el proceso de quema de la leña. Sucesivamente iremos retirando ladrillos piso a piso sujetando la parrilla entre cuatro personas (por supuesto con guantes) y otras ayudando a retirar los ladrillos, y reponiendo las brasas.

Es difícil hacer un cálculo general del tiempo que ha de transcurrir hasta que retiremos todos los ladrillos y la parrilla quede directamente posada en el suelo y comience a quemarse el carbón y leña que habíamos colocado bajo las piezas, ya que depende de demasiados factores: la velocidad de quemado de la leña, su calidad, su colocación, la calidad del papel utilizado, el secado de la superficie, si hace viento o no, si hace sol, el volumen de las piezas a cocer... es la experiencia la que nos va marcando el ritmo a seguir. Sirva de guía que el horno ha de estar ya en suelo antes de que las capas de papel se sequen, pues son muy quebradizas (muy comparable a la cáscara de huevo) y al mover el horno éste podría resquebrajarse por completo. Sobra decir que la operación de ir bajando el horno es muy delicada y debe hacerse con mucho cuidado y compenetración entre las cuatro personas que lo hagan, asegurándose antes de que los guantes nos protegen lo suficiente y no nos quemaremos. Añadiremos las últimas brasas antes de bajarlo por completo. Tendremos también en cuenta que las primeras horas de cocción son las más delicadas y no debemos apurarlas para que las piezas de barro evaporen poco a poco el agua de formación y el agua química o de constitución, que no se evapora hasta aproximadamente los 500º. (A menos que las piezas se hayan bizcochado previamente).

6.- Estando el horno ya en el suelo, intentaremos sellar los bordes y vigilaremos que la "corteza" de papel no se resquebraje tapando con más papel con barbotina los huecos que puedan formarse y con el mismo método controlaremos la abertura de la chimenea. Al cabo de unas horas el "cráter" dejará de echar vapor, mas tarde dejará de echar humo y aparecerá, por fín, una llama azulada (llama reductora). El horno se deja apagar solo y nunca se debe interrumpir el proceso de enfriado que debería durar tanto como el de calentamiento para evitar la rotura de las piezas. Todo el proceso dura como mínimo un día con su noche o más si el horno es grande.



Horno de papel decorado a lo "Siux". A la izquierda Aline Favre atizando las brasas en otra variación de montaje obligados por la altura de la pieza a cocer. A la derecha, el ceramista de A Estrada (Pontevedra) Fernando Porto y en el centro de espaldas, una servidora, haciendo el indio nunca mejor dicho.





Horno de papel ya medio desmoronado una vez finalizada la cocción.

LA CERÁMICA, ESA GRAN DESCONOCIDA

Entre otras muchas posibilades, la cerámica nos ofrece la magia de poder trasladar fragmentos de la naturaleza a un objeto con garantía de durabilidad. ¿A quién no le ha llamado alguna vez la atención la superficie estratificada de una roca, una piedra con líquenes, la corteza de un árbol, un fósil...? En principio puede parecer fácil, más incluso que elaborar una pieza en el torno o realizar un cuenco a "churros" como hacíamos de pequeños con la plastilina. Como mínimo un fragmento cerámico texturado puede parecernos incluso fruto de la casualidad.


He visto infinidad de veces en exposiciones o museos cómo por desconocimiento de la cerámica, se menosprecian piezas increíbles por no ser funcionales, no estar esmaltadas o no tener una forma "conocida". Todos opinamos sobre pintura, literatura... con mayor o menor fortuna pero con un mínimo de conocimientos, aunque solo sean los adquiridos en el colegio. Todo el mundo tiene alguna pieza de cerámica en su casa, pero muy pocos saben de su proceso de elaboración. Hasta me he encontrado con algún estudiante de Bellas Artes que pensaba que la cerámica podía cocerse en un horno de cocina, o preguntar sobre el tipo de "pinturas" que usas.

El ceramista trabaja con tierra y fuego. Esa es la definición "poética". La realidad es que se enfrenta a miles de problemas técnicos cada vez que elabora una nueva pieza, por simple que sea. Toda la arcilla es barro, pero no todo el barro es arcilla. A partir de ahí nace todo un mundo de interrogantes: Adaptabilidad al método de modelado, comportamiento en el secado, encogimiento, adaptación a las técnicas decorativas, a los engobes y/o esmaltes que se utilizarán, corregir éstos si no sirven, coeficiente de dilatación durante la cocción, la cocción en sí, atmósfera reductora u oxidante... sin ir tan lejos, algo que puede parecer tan simple como el amasado es la causa de rotura de las piezas de la mayoría de los principiantes, aún habiéndoseles hecho saber su importancia. Otro inconveniente que suele desanimar bastante a los que empiezan es el hecho de que los materiales que se utilizan para dar color (óxidos metálicos y gran diversidad de minerales molidos para los esmaltes) nada tienen que ver en crudo con el color que resultará una vez cocido. Para mas inri, el horno tiene la última palabra.

Es cierto que hoy en día pueden adquirirse en tiendas especializadas esmaltes y pastas mas o menos estudiados para obtener unos resultados óptimos al utilizarlos entre sí. Personalmente no conozco a ningún ceramista, ni siquiera a ningún aficionado como yo, que no pelee por conseguir sus propios esmaltes y acabados. Ésto se traduce en infinidad de horas de pesado de componentes, anotaciones, cocciones, correcciones, enfados, y de vez en cuando, alguna alegría. Hay que valorar que en otros campos existen muy pocos materiales que tengan que someterse a una prueba tan agresiva como la cocción (900º a 1.280º generalmente) para conseguir un buen resultado final.

Resumiendo, cualquier pieza de cerámica, hasta la mas sencilla, es fruto de unos conocimientos técnicos básicos sin los que no podría sobrevivir a una cocción y de una incesante labor de investigación.




Fotografías de pruebas elaboradas en el taller y de fragmentos de algunas de mis piezas


domingo, 5 de octubre de 2008

EL PATIO

Sobre el año 2000 trabajaba fuera de Lugo así que tuve buscar un local donde poder almacenar los trastos del taller, con la mala suerte de que en la mudanza, el horno (muy pesado) sufrió serios daños. Lo mas barato y cercano a mi domicilio que encontré fue el bajo de una casa vieja con un patio trasero lleno de escombros y basura. No os imaginais lo difícil que resulta encontrar un sitio donde se pueda instalar un horno de gas, la chimenea lógicamente no puede dar a la calle principal y las exigencias para la instalación cada vez son mayores. En mi caso personal ha sido una azaña poder mantener esta afición a lo largo de los años, tanto en lo económico (con mi cutre sueldo de auxiliar admtvo.) como en lo moral.

De nuevo en el paro, con tiempo libre pero desmoralizada por el horno estropeado, me dediqué a limpiar el patio de escombros pensando en poder utilizarlo al menos para tomar un refresco con las amigas y tomar el sol. Pero bajo los escombros había tierra, entre la tierra, algunos arbustos y algún árbol talado que luchaba por brotar. Sentí curiosidad...



Era mi primer contacto con el mundo de la "jardinería", una vez pasada la satisfactoria experiencia de comer mi propia fruta (melocotones y ciruelas) y ver que estar sentada al aire sin más era muy sano pero aburrido, me puse manos a la obra, sin gastar casi nada, con lo que tenía a mano.




Cada poco cambiaba en lo que podía el diseño del patio, cuando terminaba de ponerlo de una forma se me ocurría otra... nadie entendía qué gusto encontraba en levantarlo todo continuamente... cada uno es como es.







Entonces la dueña de la casa me comunica que tiene intención de venderla... y cundió el pánico. No quería perder todas las plantas que tenía allí. No sabía cuando iba a tener que irme ni si cuando ésto ocurriera sería buena época para poder trasplantarlas a una maceta, así que me dediqué a irlas trasplantando progresivamente pensando en la birria de jardín que me iba a quedar y la lata que iba a suponer regar maceta por maceta. Como opción pensé en el bonsai, solo por una cuestión estética, sin tener ni idea sobre el tema. A mi manera y milagrosamente las plantas sobrevivieron un par de años y entonces pensé que valía la pena el esfuerzo y fué cuando comencé a informarme. Conocí la web de Portalbonsai y con ella a cantidad de aficionados que me resolvieron muchas dudas y con los que fuí aprendiendo poco a poco. En diciembre del año 2.004 me hice socia de la Asociación Cultural Bonsai Coruña (en Lugo no existe ninguna) y así me fuí adentrando en la afición. La casa finalmente se vendió, pero el nuevo dueño no tuvo inconveniente en que continuase en el bajo. Estaba tan encantada con esta nueva "pasión" que casi consiguió que olvidara mi morriña por la cerámica, hasta que comprendí que el arte del Bonsai son palabras mayores y consciente de mis limitaciones para conseguir algún logro en este campo, me puse manos a la obra y conseguí reparar el horno.