lunes, 6 de octubre de 2008

LA CERÁMICA, ESA GRAN DESCONOCIDA

Entre otras muchas posibilades, la cerámica nos ofrece la magia de poder trasladar fragmentos de la naturaleza a un objeto con garantía de durabilidad. ¿A quién no le ha llamado alguna vez la atención la superficie estratificada de una roca, una piedra con líquenes, la corteza de un árbol, un fósil...? En principio puede parecer fácil, más incluso que elaborar una pieza en el torno o realizar un cuenco a "churros" como hacíamos de pequeños con la plastilina. Como mínimo un fragmento cerámico texturado puede parecernos incluso fruto de la casualidad.


He visto infinidad de veces en exposiciones o museos cómo por desconocimiento de la cerámica, se menosprecian piezas increíbles por no ser funcionales, no estar esmaltadas o no tener una forma "conocida". Todos opinamos sobre pintura, literatura... con mayor o menor fortuna pero con un mínimo de conocimientos, aunque solo sean los adquiridos en el colegio. Todo el mundo tiene alguna pieza de cerámica en su casa, pero muy pocos saben de su proceso de elaboración. Hasta me he encontrado con algún estudiante de Bellas Artes que pensaba que la cerámica podía cocerse en un horno de cocina, o preguntar sobre el tipo de "pinturas" que usas.

El ceramista trabaja con tierra y fuego. Esa es la definición "poética". La realidad es que se enfrenta a miles de problemas técnicos cada vez que elabora una nueva pieza, por simple que sea. Toda la arcilla es barro, pero no todo el barro es arcilla. A partir de ahí nace todo un mundo de interrogantes: Adaptabilidad al método de modelado, comportamiento en el secado, encogimiento, adaptación a las técnicas decorativas, a los engobes y/o esmaltes que se utilizarán, corregir éstos si no sirven, coeficiente de dilatación durante la cocción, la cocción en sí, atmósfera reductora u oxidante... sin ir tan lejos, algo que puede parecer tan simple como el amasado es la causa de rotura de las piezas de la mayoría de los principiantes, aún habiéndoseles hecho saber su importancia. Otro inconveniente que suele desanimar bastante a los que empiezan es el hecho de que los materiales que se utilizan para dar color (óxidos metálicos y gran diversidad de minerales molidos para los esmaltes) nada tienen que ver en crudo con el color que resultará una vez cocido. Para mas inri, el horno tiene la última palabra.

Es cierto que hoy en día pueden adquirirse en tiendas especializadas esmaltes y pastas mas o menos estudiados para obtener unos resultados óptimos al utilizarlos entre sí. Personalmente no conozco a ningún ceramista, ni siquiera a ningún aficionado como yo, que no pelee por conseguir sus propios esmaltes y acabados. Ésto se traduce en infinidad de horas de pesado de componentes, anotaciones, cocciones, correcciones, enfados, y de vez en cuando, alguna alegría. Hay que valorar que en otros campos existen muy pocos materiales que tengan que someterse a una prueba tan agresiva como la cocción (900º a 1.280º generalmente) para conseguir un buen resultado final.

Resumiendo, cualquier pieza de cerámica, hasta la mas sencilla, es fruto de unos conocimientos técnicos básicos sin los que no podría sobrevivir a una cocción y de una incesante labor de investigación.




Fotografías de pruebas elaboradas en el taller y de fragmentos de algunas de mis piezas


1 comentario:

Anónimo dijo...

Enhorabuena por su blog promete ser muy interesante y estaremos pendientes.

César Rubiera desde Barcelona.